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sábado, diciembre 21, 2024

Joe Biden: Una Candidatura en la Cuerda floja

Caramba. ¿Quién hubiera pensado que llegaríamos a este punto? Sentado en la silla giratoria de mi oficina casera, hago semicírculos con las rodillas mientras reflexiono. Veo el panorama político estadounidense cual si fuera un final alternativo de Juego de Tronos. A nadie le gustó el final de la octava temporada, de modo que, de alguna forma, los fans esperaban, más bien anhelaban que HBO rectificara y se embarcara en la odisea de grabar un final alternativo, a la altura de las expectativas. ¿Cómo se vislumbra el final de la temporada electoral para la campaña del candidato del partido demócrata? ¿Será como se esperaba? ¿O será un final alternativo, inesperado? Los vientos políticos aúllan afuera, y en el ojo de esta tormenta, ¿quién más sino Joe Biden, el presidente número 46 de los Estados Unidos?

Déjenme pintarles el panorama. Es 2021, y Joe está en la cima. Acaba de jurar como el presidente más viejo en la historia. Pero oigan, la edad es solo un número, ¿no? Pues no. Resulta que el Padre Tiempo es un verdadero hijo de su madre, y ha estado haciendo horas extras con el viejo Joe.

Desde el día uno, Biden arrancó como cohete. O debería decir, tropezando. ¿Se acuerdan cuando se dio tres porrazos tratando de subir al Air Force One? Vaya presagio. La Casa Blanca intentó quitarle importancia, pero casi se podían oír los murmullos: «¿Estará a la altura?»

Ojo, no me malinterpreten. Biden empezó con todo. En su primer día en el cargo, firmó múltiples órdenes ejecutivas. ¡Diecisiete, nada menos! La mayoría borrando las políticas de Trump, de un fuetazo. Y luego, ¡zas! El Plan de Rescate Americano. Convenientemente, puso a circular 1.9 billones de dólares para darle vida a la economía. Era como si Biden estuviera haciendo llover empleos y prosperidad.

Pero entonces, ¡pum! Afganistán. Tremendo desastre… bueno, ya saben. Kabul cae rápidamente, y de repente la credibilidad de Biden en política exterior es tan sólida como un castillo de arena. David Axelrod, el antiguo colaborador de Obama, lo fustigó, haciendo declaraciones no muy halagüeñas.

Y justo cuando pensabas que no podía empeorar, empeoró. Jueves 26 de agosto de 2021. Ataque terrorista en el aeropuerto de Kabul. Trece militares estadounidenses muertos. Fue como un puñetazo en el estómago para todo el país, y Biden se quedó con los platos rotos.

¡Pero esperen, hay más! La inflación llega rugiendo como un león con esteroides. Los precios se disparan y la Reserva Federal está jugando al yo-yo con las tasas de interés. En junio de 2022, la inflación está al 9.1%. Tendrían que remontarse a los tiempos en que «E.T.» estaba en los cines para ver números así. ¿El toque mágico de Biden para la economía? Se lo llevó el viento.

Y aquí es donde la cosa se pone jugosa. Las metidas de pata. Es como si la boca y el cerebro de Biden estuvieran conectados vía bluetooth, pero con poca señal. ¿Se acuerdan de cuando llamó a una congresista muerta? La pobre Jackie Walorski, que en paz descanse, llevaba un mes reposando en el cielo, y ahí está Joe, buscándola entre la multitud. Incidentes como este, fueron poniendo, cada vez más en tela de juicio, la claridad mental del presidente.

Fue tan malo este episodio, que ni su propia secretaria de prensa pudo arreglarlo. Lo intentó, la pobre, pero era una tarea complicada. ¿Y los republicanos? Se lanzaron como tiburones al olor de sangre. Karl Rove, ese viejo Maquiavelo de la era Bush, no se anduvo con rodeos. Básicamente dijo que la mente de Biden se estaba convirtiendo en queso gruyère.

Llegan las elecciones de medio término en noviembre de 2022. Okay, los demócratas se aferraron al Senado con uñas y dientes y solo perdieron la Cámara por un pelito, pero no se puede decir que hubo un respaldo rotundo. Dos tercios de los votantes le estaban dando el pulgar hacia abajo a Biden para un segundo mandato. Auch.

Cuando llega 2023, los golpes siguen llegando. ¿La crisis del techo de deuda? Un uppercut de esos que desencajan la mandíbula. El 3 de junio de 2023 firma la Ley de Responsabilidad Fiscal. Suena bien, ¿no? Bueno, no si eres un demócrata progresista. A muchos no les hizo nada de gracia. Pramila Jayapal, la jefa del Caucus Progresista del Congreso, casi explota. Era como si Biden los hubiera invitado a una parrillada, pero sin carne; nadie estaba contento.

Y entonces, en medio de todo este caos político, Biden pierde a su mejor amigo peludo. Champ, su fiel pastor alemán, cruza el puente del arcoíris. Es un golpe bajo, sin más. Se podía ver en los ojos de Joe, la chispa se estaba apagando.

Llega el verano de 2023, y los buitres están dando vueltas. El 15 de julio, cae una encuesta de Quinnipiac como una bomba. ¿El índice de aprobación de Biden? Un miserable 31%. Y aquí viene lo más llamativo, va perdiendo contra Trump en un hipotético mano a mano. Casi se podían oír las alarmas de pánico sonando en el cuartel general demócrata.

Luego, el 5 de agosto, James Carville, el mismísimo Cajún Rabioso, suelta una bomba en forma de artículo de opinión en el New York Times. «Es hora del Plan B», dice. ¡Rayos y centellas! Cuando Carville habla, los demócratas escuchan. No solo abrió la caja de Pandora; le dio un martillazo.

Y así, casi sin darnos cuenta, es temporada de caza contra Biden. Todos los Juanes, Pedros y Antonios del Partido Demócrata están haciendo ruido sobre «nuevo liderazgo». No están diciendo «hazte a un lado, Joe», pero bien que podrían estar escribiéndolo en el cielo.

En septiembre de 2023, Biden está en Walter Reed para su chequeo. Los médicos dicen que está «apto para el servicio», pero el rumor en la calle es que están preocupados por su resistencia. Es como si estuvieran intentando de acondicionar a un Corolla del 75 para competir en las 500 de Indianápolis.

Y entonces, la gota que rebosa la copa. El 26 de septiembre de 2023, Biden está en la ONU, cara a cara con Xi Jinping. Debería ser un choque de titanes, pero en su lugar es como ver a tu abuelo intentando recordar dónde estacionó el carro. La Casa Blanca lo niega, por supuesto, pero el daño está hecho. Estados Unidos se ve tan fuerte como una bolsa de papel mojado en el escenario mundial.

Ya en 2024, la escritura está en la pared, y con letras bien grandes. Biden está encerrado en la Oficina Oval, probablemente preguntándose cómo todo se fue al traste tan rápido. Los buitres ya no solo están dando vueltas, están bajando en picada para matar. La presión proveniente de sus compañeros de partido se percibe como tenaz, persistente, inclemente. Así, a quemarropa, ese disparan nombres como potenciales reemplazos para la candidatura de Biden, entre ellos la vicepresidenta Kamala Harris, el gobernador del estado de California Gavin Newson, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer y la ex primera dama Michelle Obama, quien según las encuestas tiene un posicionamiento privilegiado y amplias posibilidades de vencer a Trump.

Así que aquí estamos, al filo de nuestros asientos, esperando ver si Joe tira la toalla. ¿Se retirará con gracia o se irá peleando? Tu suposición es tan buena como la mía. Especular nunca ha sido tan efectivo como analizar, pero es un derecho que nos asiste.

Mientras escribo estos últimos párrafos, el sol se está poniendo sobre Santo Domingo. Sabe que la vorágine política de “Gringolandia” nos impacta tanto como él mismo lo hace cada día. Cualquier cosa que pase después, pueden apostar hasta el último centavo que será para los libros de historia.

 

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