Washington.- En un movimiento que eleva significativamente la tensión geopolítica, el presidente Donald Trump ha endurecido su confrontación con el Kremlin, fijando un ultimátum de 50 días para un cese al fuego en Ucrania. La advertencia llegó acompañada de la amenaza de imponer aranceles del 100% a todas las exportaciones rusas, una medida de presión económica sin precedentes. Paralelamente, Washington ha delineado una estrategia para reforzar las capacidades defensivas de Kiev mediante un nuevo paquete que incluye avanzados misiles y sistemas Patriot.
La contundente declaración, emitida desde el Despacho Oval durante la visita del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, se produce en un momento crítico, con la guerra en Ucrania adentrándose en su cuarto año. La Casa Blanca ha ideado un mecanismo indirecto para el suministro de armamento: venderá los sistemas Patriot y otros misiles a los países miembros de la OTAN, quienes a su vez facilitarán su transferencia a Ucrania.
Trump, fiel a su retórica incisiva, enfatizó el carácter punitivo de las potenciales sanciones económicas, calificándolas de «aranceles secundarios» y subrayando la falta de margen para la negociación si Moscú no accede a la paz. «Estamos muy descontentos, yo el primero, con Rusia», aseveró el mandatario, dejando claro que la factura de este nuevo esquema de apoyo militar recaerá en los aliados europeos, eximiendo así a Washington de un desembolso directo.
Mark Rutte celebró este cambio de estrategia, resaltando que Europa asumirá el costo del rearme ucraniano, permitiendo que Kiev reciba «lo que necesita para defenderse». Fuentes de la OTAN confirmaron que el paquete inicial incluye baterías de misiles Patriot y munición de artillería de precisión, elementos cruciales para fortalecer la defensa antiaérea y la capacidad de respuesta de Ucrania frente a la agresión rusa.
En el Capitolio, la iniciativa de Washington, aunque significativa, no satisface a todos. El senador Lindsey Graham y otros legisladores abogan por medidas aún más drásticas, proponiendo gravámenes de hasta el 500% a las entidades que sostengan la economía rusa. «Será un mazo para acabar la guerra», insistió Graham en declaraciones a CBS, reflejando una postura de línea dura frente al Kremlin.
La presión desde Washington se intensifica en un contexto de implacable ofensiva rusa sobre el terreno. La semana pasada, un aluvión de drones Shahed y misiles causó víctimas civiles en Kiev, elevando el trágico balance a más de 13,500 fallecidos desde febrero de 2022, según registros de la ONU y la agencia AP.
Analistas en Moscú, consultados por NPR, perciben la amenaza arancelaria y el nuevo suministro de misiles Patriot como un intento concertado de Washington para ejercer máxima presión en un momento de vulnerabilidad económica para Rusia. No obstante, advierten que esta estrategia podría inducir al Kremlin a intensificar sus ataques en un intento por consolidar ganancias territoriales antes de que expire el ultimátum.
A nivel europeo, la reacción es diversa. Mientras los países del este celebran una postura más firme y el refuerzo armamentístico para Ucrania, naciones como Alemania e Italia expresan su preocupación ante posibles represalias energéticas y abogan por asegurar el suministro de gas. En Bruselas, el comisario de Comercio recordó los riesgos de contenciosos legales ante la Organización Mundial del Comercio por la imposición unilateral de aranceles, aunque reconoció la prioridad de detener la violencia en Ucrania.
Con esta doble estrategia —amenaza de aranceles punitivos y rearmamento de Ucrania con misiles Patriot financiados por la OTAN—, Washington busca obligar a Putin a la mesa de negociación sin comprometer directamente sus arcas. La cuenta regresiva ha comenzado, y la pregunta crucial es si estos 50 días serán suficientes para desatascar el conflicto o si, como temen algunos observadores internacionales, esta escalada solo servirá para exacerbar aún más las hostilidades en el corazón de Europa.